Eran las cinco y media de la mañana cuando apenas despuntaba el amanecer, cuando pude ver el enorme barco “Don Daniel” de la empresa petrolera Oceanografía llegar a puerto.
La noche anterior estábamos ya avisados que llegaría antes del amanecer, por la marea , y que era la primera vez que este gigantesco barco se aproximaba a tierra firme. No dormí.
Trabajamos toda la noche del 11 de julio, era viernes. Y como dije al principio, en la madrugada del sábado 12, el barco arrivó al puerto a las 5.30 AM , en los talleres donde habíamos terminado la escultura los días anteriores.
Realmente me emocionaba esta aventura. Era la primera vez que yo afrontaba un proyecto tan grande como este, y esa mañana era el ultimo día que estuve en los andamios “frente a frente” con mi escultura.
Era momento de retirar todo el andamiaje, y de verla allí en ese taller de Ciudad del Carmen sobre tierra firme.
El cansancio era brutal, mi equipo y yo habíamos trabajado varios días sin descanso para terminar la obra, y el clima de Ciudad del Carmen ese verano era particularmente “infernal”, algo a lo que no estábamos acostumbrados, trabajar bajo altas temperaturas y el sol que nos abrasaba. Pero el cansancio se olvidó cuando llegó el barco.
En mi experiencia profesional, ya había vivido momentos importantes cuando alguna estatua sale del taller en tráiler y con grúa, pero lo que iba yo a vivir esa mañana era completamente nuevo para mi y muy emocionante.
Al terminar de retirar los andamios ya el sol estaba en lo alto, y me avisaron que el capitán del “Don Daniel” me invitaba a bordo para saludarnos. Un marino me guíó, a través de todo lo largo y alto del barco. No sé cuantos minutos caminé pero se me hizo eterno, y subir tantas escaleras, hasta llegar al puente.
Allá arriba me sorpendí al ver la escultura que por tantos meses acostumbrado a verla de abajo hacia arriba, ahora por primera vez la veía yo desde un perspectiva más alta. Comparada con las dimensiones del barco , mi STELLA MARIS se veía pequeñita, pero los obreros junto a ella parecían hormigas.
Después de hacernos las fotografías con la Stella Maris, sin andamios, con las grúas, me despedí de todas las mujeres y hombres que en los patios de Oceanografía conocimos y quienes nos proporcionaron valiosa ayuda para lograr el final del proyecto.
“Yo ya estaba fatigado de tanto trabajo; mi piel estaba llagada por el sol y por la arena con la que pulimos el bronce de la STELLA MARIS, velamos sin dormir toda la noche, y mi estado físico era deplorable. Sin embargo, esa madrugada cuando llegó el enorme barco en el cual se transportaría la estatua a su basamento final, mi ánimo cambió, un regocijo me invadió, era el último día de mi trabajo con ella, con María y Jesús niño.
Esa madrugada le agradecí a Dios haberme dado esta oportunidad en mi carrera como escultor, agradecí por lograr llegar al final. La estatua estaba lista para ser subida al barco, transportarla a colocarla en su base y lista para ser admirada por todo el mundo”
Desafortunadamente luego de ese día ya no hubo ocasión para regresar y anotar los nombres de los operarios que colaboraron conmigo, no los volví a ver. Recuerdo que eran de Tabasco, de Puebla, de Veracruz y por supuesto carmelitas. Si alguien que lee esto, estuvo presente esos días en el trabajo final de la Stella Maris, desde lo profundo de mi corazón les agradezco.
Recuerdo bien sus rostros, sus acentos, sus bromas y sobretodo, como se fueron compenetrando profesionalmente con mi equipo para juntos terminar la estatua. Gracias por cuidarme a mí y a mi equipo que viajó desde Ciudad de México. Gracias por ofrecerme camaradería en lo alto del andamio, Gracias por los cuidados que nos brindaron ante las condiciones meteorológicas infernales durante el día y la noche que nos entró un norte, Gracias a ustedes no tuvimos accidentes que lamentar, Gracias por compartirnos parte de sus experiencias de vida en las plataformas petroleras.
Este monumento es suyo.
Gracias Ciudad del Carmen, Gracias Campeche!
Sergio Peraza.
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